Una ofrenda muy especial
Los altares de muertos son mágicos, enigmáticos, coloridos, divertidos, felices y tristes a la vez, por que los ponemos para aquellos que queremos pero ya no están con nosotros. Son un remolino de emociones y preguntas. ¿De verdad nuestros seres queridos nos visitan esa noche? A nosotras, nos gusta pensar que sí.
Este año tan raro y difícil, en el que hemos perdido mucho, ameritaba una ofrenda única, llena de amor y esperanza, pero sobre todo de cercanía. Por eso convocamos a nuestro colectivo de tejido adorado –@tragosytejidojaja– a crear este altar. Nuestra primera vitrina tenía que ser espectacular… y lo logramos.
Quisimos dedicar nuestra ofrenda, en primer lugar a las mascotas que partieron este año; a Cuchillo –un erizo hermoso que comía gusanitos– que tenía la casita más divertida de la colonia Juaréz y solo se podía cargar, sin pincharse las manos, con una cobijita; Bruno, perrito lindo al que le encantaba el pollo; Lea, yorkie pequeñita que adoraba el salmón y el pan dulce; al Golden retriever Qma, que nos acompañó en nuestra travesía mientras tejíamos el Quetzalcoátl y que devoraba bolillos; a Takeshi, el gatito negro que, por supuesto amaba el atún y que seguramente sabía tejer mejor que nosotras pues observaba a Reja –la master del gancho– tejer todos los días.
Y en segundo, a nuestras reuniones los jueves para tejer en la cantina. Seguimos tejiendo juntas, pero a la distancia. Extrañamos vernos en nuestra cantina favorita, el Xel-Ha, y compartir tacos de cochinita, sopa de lima, nopalitos asados con queso panela al ajillo y ni que decir del plato de chicharrones con salsa Cholula y limones recién partidos para las “señoritas”, que tejen con unas chelas, tequilas, mezcales y cubas en vaso jaibolero –como debe ser-.
Tejimos todo esto pensando en esos días que hoy han muerto, pero que seguramente reencarnarán con más fuerza, nos volveremos a reunir. Tejimos flores de cempasúchil que representan el amor que imprimimos en cada cadena, en cada vuelta. Tejimos papel picado contando nuestra historia y tejimos calaveritas de azúcar y chocolate para recordar que aquí seguimos con gancho e hilo en las manos.
Nos extrañamos –mucho–, pero nos consuela saber que seguimos juntas tejiendo historias tan hermosas como esta. Y que seguramente, hoy todas queremos seguir entrelazando hilos para nuestras ofrendas y altares para recordar a quienes queremos y hoy están en otra dimensión.