Pajaritos en el alambre
¿Alguna vez te has puesto a pensar que tejer es como descifrar un código? Si te fijas, cada vez que lees un patrón hay muchas abreviaturas o símbolos que plasmadas en estambre dan como resultado lo que la clave te fue dictando, puede ser un estampado, un letrero, una prenda.
Muchas veces estos patrones no son simples dibujos, tienen en ellos mismos algo de información, por ejemplo una mujer en Alemania tejió una bufanda de cuatro pies de largo en donde documentó con distintos colores la puntualidad del metro cuando iba a trabajar, o un papá que registró por un año el patrón de sueño de su hijo recién nacido y lo plasmó en un patrón que transformó en una colcha, o las tan populares cobijitas de temperatura.
En este mismo sentido, no nos sorprende que el tejido haya estado profundamente ligado al espionaje durante la primera y segunda guerra mundial. El tejido era una manera en la que las mujeres participaban sin involucrarse en el combate, todo inició cuando el gobierno estadounidense invitó a las mujeres a animar a las tropas tejiendo artículos necesarios como bufandas o calcetines, tejer era muy común y no era considerado una actividad sospechosa, es decir, nunca pensaron que hubiera pajaritos en ese alambre. Las tejedoras eran vistas como mujeres amorosas que enviaban a sus esposos prendas hechas a mano. ¿Quién hubiera dicho que unos años después, comercializar patrones de tejido con otros países estaría prohibido por considerarse una posible fuga de información?
El tejido de punto se volvió una forma fácil de codificar porque puedes escribir fácilmente en clave morse con la puntada básica, un derecho equivale a un punto (.) y un revés a una raya (-). La mayoría de estas tejedoras tenían entrenamiento militar que les exigía escribir hasta veinticuatro palabras por minuto, un telegrafista de la época alcanzaba sólo la mitad.
La clave Morse no fue la única forma de comunicación tejida, el gobierno de Bélgica contrató tejedoras para informar el paso de los trenes de sus enemigos. Cada vez que pasaba un tren, la tejedora cambiaba la puntada para plasmarla en una prenda que después pasaba a manos de un soldado.
Quizá una de las espías-tejedoras más célebres es Phyllis Latour Doyle, agente secreta de Gran Bretaña que se infiltró exitosamente con cuatro identidades diferentes en el bando Alemán. A sus veintitrés años se hizo pasar por una niña de catorce que vendía jabones en su bicicleta. Phyllis (Pippa, ‘pa los cuates), llevaba un hilo de seda en el que codificaba mensajes tejidos y lo escondía en la pieza de seda que llevaba en el pelo. Fue un enlace clave en Normandía y la información que proporcionó fue fundamental para el fin de la guerra. En el 2014, fue condecorada por el gobierno francés como Chevalier de l’Ordre National de la Légion d’Honneur, el honor más grande para ese país.
Pippa cumplió cien años en abril y nunca contó nada de su pasado como espía a sus cuatro hijos hasta que por ahí del 2000 se enteraron por algo que vieron en internet y no le quedó más que contarles todas sus increíbles aventuras, sin duda fue una sorpresa para todos ¿te imaginas lo que deben de pensar cuando la ven tejer? ¡Ay, nanita!
Cuéntanos si alguna vez has tejido algún tipo de código o tienes una historia fantástica de cómo tejer nos puede sorprender de maneras que nunca imaginamos. Tenemos un premio especial para la primera persona que nos traiga a la tienda una línea tejida en clave morse que diga NO ES EL TEJIDO DE TU ABUELITA.